sábado, 7 de julio de 2012

Cuatro


De un fueye fogonero y ruin que afana rosas
y allá en su moro desvelorio las labura,
asma del resale a trotar la rosa umbrosa
de mi amargura;
rosa bufosa...”

Horacio Ferrer


Y así es, como siempre, como aquel día, todo es silencio. No hay nada que merezca ser dicho, solo queda el bullicio de lo que nos rodea, que de una forma taladra  las paredes del entendimiento, el aire brumoso de la ciudad se detiene en frente de nosotros, me he acostumbrado a vigilar los movimientos de las personas, como para adivinar su ir y venir, así como destreñar aquellos rincones que se ocultan a la memoria con nuestras pequeñas miserias cotidianas. No hay nada más que decir, como siempre me recorren fantasmas alrededor de mi cuerpo y la repentina imagen de aquella momentos, espacios, lugares, van emergiendo dando paso al recuerdo con la solidez de una piedra, que me regresa  ha años atrás en los que conocí el significado de la palabra belleza, que como una estrella fugaz, estaba condenada a desaparecer llevándose consigo ese encuentro casual, ese murmullo de voces, ese pequeño roce que provoco ese breve estremecimiento que me acompaña hasta el día de hoy, en el espacio mi mente divaga y se pregunta, aún lo recuerdas.

No hay nada que decir, la huella de aquel roce de sus labios, intensamente rojos y añorados en muchos instantes que me hacen encadenarme al olvido, como Prometeo, que una vez y otra, debe sufrir como un implacable tic tac de un reloj.

“Deseaba emplear el tiempo en algo que me hiciera olvidar, deambular por las calles o quizás entrar a un cine a ver alguna película para detener la furia de lo inevitable, esa marea azul que me cubría como sudor malsano y me obligaba a morderme los labios para no tomar a alguien de manera sorpresiva y zamarrearlo por causas que ni yo mismo conocía. Hastío, ganas de estar en otra parte o desaparecer en algún lugar junto al mar; soluciones que se me mostraban inútiles. Nadie se ilusiona a mis años cuando se arrastra golpes interiores, pequeños y reiterados recortes en el optimismo, dudas cada días más espesas y profundas. No hay nada que decir, igual que un personaje de una tragedia, tan solo y tan lejos como siempre”. (Heredia)

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