Las miradas siguen los pasos que
lentamente danzan sobre la pista, expresión
exquisita de la experiencia de presenciar el ir y venir de unas caderas
que demuestran una perfecta armonía con los brazos y las piernas.
Manos aplauden jadeantes de lujuria,
observando los gráciles movimientos de las largas piernas danzarines, que se
observan a través de las aberturas de los pliegues gráciles de la abertura de su
falda, las curvas de sus pechos, que se mueven suavemente al compás del tango,
mientras son degustados por aquellos brazos, que la estrujan y aprisionan, como
cuando se encuentra entre los pectorales y el pubis.
"...Y todo a media luz...a media luz los dos..."
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